Patricio

El viernes nos mandamos sms todo el día. Me invitó a un restaurant italiano a cenar. A mi me encantan las pastas, pero lo que más me gustó es la invitación a cenar.

A ver si me entienden: toda invitación por lo general es poco galante en estos días. No hay cortejo, nosoy antigua, pero a veces el mínimo gesto de una cena, de que alguien piense en qué lugar es "digno" para llevar a alguien, con lo que eso implica, y no me malentiendan, no es por el factor económico.

Es la atención. El que te hagan sentirte una mujer para ser "celebrada", "conquistada", de apoco, seducida. Lentamente. Sin atajos, sin palabras chabacanas. Sin berretadas.

Y allí fuimos. Llegué tarde, me pasó a buscar y lo único que podía pensar es cuán desacostumbrada estoy. Tanto boliche el año pasado sin nada galante me hizo mal creo.

Más allá de esto, pasé una velada tranquila, sin la gran química, sin grandes charlas, pero tampoco aburrida, tampoco mirando el reloj. Me gusta, de una manera tranquila, sin relámpagos ni luces de colores.

Por ahora me basta. Quiero sentir de a poco, no está mal, dado que los fuegos artificiales nunca trajeron buenos resultados, sino más bien explotaron antes de tiempo sin dejarme más que buenos recuerdos, algunos malos y muchas heridas.

Quizás una luz de 40 W esté bien.